Ser paciente implica un gran ejercicio de paciencia, justamente.
Cuando uno llega a la sala de espera con una reserva para ver a un médico, la primer duda que tiene es saber su hay que anunciarse.
Uno llega sabiendo el número que tiene y el nombre del médico, pero cuando sale alguien por una puerta y dice en voz alta nombres de pacientes, uno no sabe en que número van. Por lo tanto, si uno llegó tarde o si el médico comienza tarde su consulta (de lo más común) debe entrar en una actividad no muy emocionante que consiste en consultar a otros pacientes, lo que desata demasiadas "preguntas amables".
Las salas de espera se convierten en pequeños conventillos donde la gente empieza a preguntarse nombres, números y dolencias.
La mutualista, por otro lado, no cumple bien ninguna de las dos funciones: ni la de atender bien al paciente individualmente, ni la de atender bien al público.
Tan fácil sería la solución como que los médicos y los administrativos usaran el sistema de números que ellos mismos ofrecen, o que pusieran simples impresos con información útil como procedimientos, orden de ventanillas, etc. Escuchando las preguntas diarias de la gente, sería fácil saber qué cartelería poner.
Están muy acostumbrados a atender de cierta forma tradicional, pero no tienen previsto atender a gente que no frecuente centros asistenciales como esos.
¿Será igual en el resto de Latinoamérica?
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